no renuncio al día labrado por mí mismo
a las lágrimas enjuagadas con harapos
derramadas entre estrellas atadas con cendales
escondiéndose de los rayos del sol
rencorosos, lacerantes, desgarrando la piel,
esperando convertirla en cuero, impenetrable.
Alzo los brazos, sin glorificaciones
con mis latidos interminables de rebeldía
cuestionando el dogma y la deidad
provocando la bienaventuranza en cualquiera
que rechace el pobrerío con sudores y sangre
sin maquillajes ante altares
o peregrinajes que doblen rodillas ante pesebres vacíos,
Alzo los brazos, sin dejar de alzar mi voz…
la que grita amémonos
bajo el torbellino de rencores que pretende sembrar el pasado
o la ventisca inclemente que provocan los elegidos,
sin importar el vendaval de injusticias que legalizan en los estrados.
Amémonos, bajo la niebla y el silencio que conforman las naciones,
tras las puertas y las celosías
frente al mar y la montaña
bajo la luna que nos abriga
o sol que nos cobija.
Amémonos, sin más sexualidad que nuestro latido
sin género, sin condiciones
Alzo los brazos, solo para gritar…..
¡¡AMÉMONOS!!