MELANCOLIA.


—¡Vuelve y mira lo que has hecho!— cada día así te imploro
agotado por el llanto que me causan tus vaivenes,
a la orilla del abismo poco a poco ya me tienes,
anda y vuelve lo más pronto. Vida mía, aún te adoro.

Sumergido en el recuerdo voy cargando mi tesoro;
una cruz casi invisible con señales de desdenes.
Una muerte me propinas como joya en almacenes,
una muerte que es causada por lo mucho que te lloro.

Si este ruego lo escucharas sin recado ni firmante
algún día. Ya no temas. Este ruego es mi dolor.
Es un eco ya sin vida taladrado y estrujante.

Este ruego representa la agonía y pundonor
del estío apabullado por el alma de tu amante.
—Si lo escuchas o lo lees, ¡vuelve, vuelve, dulce amor!

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