que no vuelan las palabras
y que huyó un amor cobarde.
Bebí sorbos de tu aliento.
Eso, como el hambre y la sed, sucedía ayer.
La inercia mueve lo inerte.
Como residuos, dolor y placer se corrompen,
llenan mis entrañas de minúsculos luceros.
Restos que gravitan esparcidos por el aire.
Las secuelas de la edad trazan pliegues serenos,
la estética de etapas vividas, del mañana
que da sentido a nuestro devenir de mortales.
Puede que yo sepa poco o nada de la vida
ni tampoco quiera saber mucho de la muerte.
Ya no importa la escarcha, el frío de la mañana
Lo que me duele es no saber de ti, este silencio.
La indiferencia y el silencio son las armas más mortales, más si nada debo y nada temo, incluso eso soy capaz de trascender
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Gracias por tu comentario Hanna, un abrazo.
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