ACEPTACIÓN.


La conocí en la tarde de la vida,

llevaba su sombrero de ilusiones,

su falda de silencios y pasiones;

su blusa, más de dos veces zurcida.

Me dio la mano y, juntos, la avenida

cruzamos, como tantas ocasiones

después lo hicieran nuestros corazones,

camino de sanarnos cada herida.

Pero entonces, no sé lo que pasó

(o tal vez sí). El caso es que se fue

y fue su adiós en mí melancolía.

Ahora ya lo acepto, ¿y por qué no?

No hay más ciego que aquel que no se ve.

Todo termina, hasta el amor, un día.

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: